Let us travel back in time to a land of roller backpacks, juice boxes, and playground adventures—the year 2000. The sun rose on a warm August morning as two little souls, Silvano and Marilyn, embarked on a life-changing journey: the first day of first grade. Meanwhile, in a classroom filled with the scent of fresh crayons and possibility, Ms. Dominguez, their wise and all-knowing teacher, made a fateful decision. With a single stroke of her seating chart, she placed Aviles and Perez side by side—an act of destiny disguised as alphabetical order. And thus, a perfect match was made. The two first-graders, one with a bowl cut and the other with an even bigger bowl cut, eyed each other curiously before sealing their fate with an unspoken agreement: Best Friends Forever. Their days were filled with legendary tetherball duels, heroic candy trades, mischievous red-card flips, and, of course, a brief yet artistically questionable phase of giving each other haircuts with safety scissors. Then, tragedy struck. Second grade. Separated into different classrooms, their bond faced its first true test. But like all great duos—Mickey and Minnie, Aladdin and Jasmine, Timon and Pumba—their friendship endured. Through elementary, middle school, and high school, their lives intertwined like the plot of a beautifully crafted Disney movie. But this was not yet a love story. By 2010, Silvano had developed a secret, heart-fluttering crush on the girl he had known his whole life. It was perfect—except for one small, soul-crushing detail. One day, as he carefully planned his approach, Marilyn unknowingly shattered his hopes with five devastating words: "I see you like a brother." Heartbroken but undeterred, Silvano took his small victories where he could. Like when he bravely asked Marilyn to junior prom, and she actually said yes! (Sure, it involved some painfully awkward “friendly” slow dancing, but hey, a win is a win.) Then came college. Marilyn set off on an independent adventure to UC Merced, while Silvano found himself in the foggy forests of UC Santa Cruz. 120 miles apart. Surely, this was the beginning of their separate journeys. Nope. Skype calls. Road trips. Holiday meetups. Their friendship refused to fade. They seamlessly blended into each other's college worlds, meeting new friends but always gravitating back to each other. And then, another glimmer of hope: Senior year, Marilyn asked Silvano to be her date to her Alpha Phi Omega banquet …As friends. By 2016, two freshly graduated, slightly more sophisticated versions of themselves returned to their hometown. This time, something was different. Silvano, now a certified festival fanatic, extended an invitation: One concert turned into another. Then a trip. Then Coachella. Two weeks before the festival, Silvano took a deep breath and sent Marilyn an invite. Her response? "Sure!" Another win. The months that followed were filled with laughter, late-night conversations, and little moments that neither dared to call love. Their friends and family, fully aware of the inevitable, worked tirelessly behind the scenes—assigning them shared tents, planting "what-if" scenarios, and nudging them toward the obvious truth. The summer of 2017 became a montage of "not dates" that were very much dates. Lunches that turned into hours of talking. Dinners that ended with butterflies in their stomachs. The feeling was mutual, but who would make the first move? Enter San Diego. On the night of September 8th, 2017, under the electric glow of an Illenium concert, the universe finally conspired in their favor. As Feel Good by Gryffin played, Marilyn realized—this was it. It was now or never. With all the courage of a Disney heroine, she turned to Silvano, heart pounding, and made the first move. A kiss. A moment. A happily ever after that had been seventeen years in the making. And from that moment on, there was no going back. ✨💫🎶 The End (or rather, the beginning). 🎶💫✨

Viajemos en el tiempo a una era de mochilas con ruedas, cajitas de jugo y aventuras en el recreo: el año 2000. En una cálida mañana de agosto, dos pequeñas almas, Silvano y Marilyn, emprendieron un viaje que cambiaría sus vidas: el primer día de primer grado. En un aula impregnada con el aroma de crayones nuevos, la sabia maestra, la Sra. Domínguez, tomó una decisión trascendental. Con un solo trazo en su lista de asientos, colocó a Avilés y Pérez lado a lado—un acto de destino disfrazado de orden alfabético. Así nació la combinación perfecta. Con un corte de tazón (y otro aún más grande), los pequeños se miraron con curiosidad antes de sellar su destino con un acuerdo tácito: Mejores Amigos Por Siempre. Sus días se llenaron de épicas batallas de tetherball, heroicos intercambios de dulces y una cuestionable fase de cortes de cabello con tijeras de seguridad. Entonces, la tragedia golpeó: segundo grado. Separados en distintos salones, su amistad enfrentó su primera prueba real. Pero como Mickey y Minnie, Aladdín y Jasmine, su lazo prevaleció. A lo largo de la primaria, la secundaria y la preparatoria, sus vidas se entrelazaron como una historia de Disney. Pero aún no era una historia de amor. En 2010, Silvano desarrolló un enamoramiento secreto por la chica que había conocido toda su vida. Era perfecto... hasta que Marilyn, sin darse cuenta, destruyó sus esperanzas con cinco palabras: "Te veo como un hermano." Con el corazón roto, Silvano celebró pequeñas victorias—como cuando, con todo su valor, le pidió a Marilyn ser su cita en junior prom… ¡y ella dijo que sí! (Claro, con bailes “amistosos” bastante incómodos, pero bueno, una victoria es una victoria). Luego, la universidad. Marilyn partió a UC Merced, Silvano a UC Santa Cruz. 120 millas de distancia. Pero su amistad se negó a desvanecerse. Llamadas por Skype, viajes por carretera, reuniones en días festivos—siempre gravitaban de vuelta el uno hacia el otro. En el último año, Marilyn le pidió a Silvano que la acompañara a su banquete de Alpha Phi Omega. Como amigos. Para 2016, dos versiones recién graduadas y ligeramente más sofisticadas de sí mismos regresaron a casa. Esta vez, algo era diferente. Silvano, ahora un festivalero certificado, hizo una invitación. Un concierto llevó a otro. Luego a un viaje. Luego a Coachella. Dos semanas antes, Silvano le envió la invitación a Marilyn. ¿Su respuesta? "¡Claro!" Otra victoria. Los meses siguientes fueron risas, conversaciones hasta tarde y momentos que ninguno se atrevía a llamar amor. Sus amigos y familia, conscientes de lo inevitable, trabajaron entre bastidores—carpas compartidas, escenarios de "¿y si...?", y sutiles empujones hacia la verdad. El verano de 2017 fue un montaje de “no citas” que claramente eran citas. Almuerzos que se extendían por horas. Cenas que terminaban con mariposas en el estómago. El sentimiento era mutuo, pero ¿quién daría el primer paso? Entonces llegó San Diego. La noche del 8 de septiembre de 2017, bajo el resplandor eléctrico de un concierto de Illenium, el universo conspiró a su favor. Mientras "Feel Good" de Gryffin sonaba, Marilyn lo supo: Era ahora o nunca. Con toda la valentía de una heroína de Disney, se giró hacia Silvano, el corazón latiendo con fuerza, y dio el primer paso. Un beso. Un momento. Un "felices para siempre" que llevaba diecisiete años en construcción. Y desde aquel instante, no hubo vuelta atrás. ✨💫🎶 El fin (o más bien, el comienzo). 🎶💫✨