We are getting married!We are getting married!

En un universo lleno de coincidencias mágicas y giros inesperados, dos almas estaban destinadas a encontrarse. Él, un soñador con una sonrisa segura y un corazón gigante; y yo, una romántica que creía que no hacía falta comprometerse para ser feliz. Ambos traíamos nuestro propio equipaje: experiencias, sueños y cicatrices. Pero desde el primer instante, hubo algo especial, como si todo lo vivido nos hubiera preparado para este encuentro. Nuestra historia no comenzó con fuegos artificiales ni grandes promesas, pero sí con algo mucho más valioso: una conexión genuina que ninguno esperaba. Recuerdo que, al principio, él dijo que no quería casarse, y yo pensé "¡Qué alivio!". Pero, como suele suceder, la vida tenía otros planes. Desde el inicio, mostró un amor tan sincero que me hizo bajar la guardia. Compartimos momentos profundos, largas conversaciones y filosofamos mucho con una copa de vino. Sin embargo, tras una noche en que el alcohol me jugó una mala pasada, cambiamos el vino por café, y desde entonces, nuestras mejores reflexiones suceden así. A pesar de lo bien que nos entendíamos, cuando surgió la idea de mudarnos juntos, el miedo fue más fuerte que la ilusión. Yo temía equivocarme de nuevo, y él, aunque independiente, también sentía el vértigo de compartir una vida con alguien. Nos preguntábamos si nuestro amor podría sostener un paso tan grande. Una noche, sentados en el piso de mi pequeño apartamento, él dijo algo que cambiaría todo: "El amor es de valientes". Esa frase resonó en mi interior como un recordatorio de que las mejores cosas de la vida exigen coraje. En nuestro primer aniversario, dimos el salto. Aunque mi apartamento era acogedor, era demasiado pequeño para los cuatro. Muchas noches dormimos en el sofá. Entonces, como si el universo interviniera, apareció un lugar más grande, con espacio para todos. No lo planeamos; simplemente fluyó. Mudarnos fue más que cambiar de casa; fue aprender que la vida, con su fuerza invisible, te lleva a algo mejor, aunque el cambio dé miedo. Mientras tanto, aprendimos a entendernos sin palabras. Nuestro amor se basa en una conexión natural. Sin embargo, no todo es perfecto: nuestras "negociaciones" con el termostato del aire acondicionado son épicas. Él lo baja; yo lo subo, como si fuera un deporte olímpico. Nuestros hijos, Nanette y Jason, nos han enseñado una nueva perspectiva del amor. Aunque discuten por cosas pequeñas, verlos crecer como hermanos nos recuerda lo importante que es la familia. A veces peleamos antes de salir, pero al subir al carro, recordamos que somos lo que siempre soñamos: una familia imperfecta, unida y hermosa. Después de algunos aniversarios, celebramos uno en San Francisco. Antes de ir al aeropuerto, él insistió en visitar Baker Beach. Protesté por el frío, pero cedí. A las 4:44, con el atardecer frente a nosotros, me abrazó. Cuando me volteé para decirle que tenía frío, lo vi arrodillado con una pequeña caja en sus manos. "¿Te casarías conmigo?", preguntó. Atónita, con el corazón acelerado y lágrimas en los ojos, le respondí: "¿Es en serio?" Con una risa nerviosa, dijo: "Tengo un anillo". Todo cobró sentido. Lo miré y, sin dudarlo, dije que sí, con todo mi corazón. Ese momento marcó un nuevo capítulo. Si alguien nos hubiera dicho que estaríamos aquí, planeando nuestra boda, probablemente nos habríamos reído. Pero aquí estamos, celebrando este amor que ha superado miedos y reglas. Cada paso previo, las risas, los desacuerdos, las noches en el sofá, nos trajo aquí. Este día no es solo un evento; es la celebración de un compromiso diario de amarnos tal como somos. El universo, con su magia, nos unió. Ahora, con nuestras almas entrelazadas, estamos listos para seguir escribiendo nuestra historia, rodeados del amor de quienes han sido testigos de nuestro viaje. Gracias por ser parte de este día tan especial.