In the glow of apps and endless scroll, I left a note that named my soul— “No texts, no swipes, no digital game. Write me a letter. Sign your name.” He answered not with fleeting lines, But asked where he could leave a sign. I named a café, table three, A quiet spot, near the sea. He took the hint, then wrote with care— A letter laced in ciphered flair. No “hi” or “hey” or simple start, Just puzzles wrapped around his heart. I searched beneath that table’s frame, But found no clue, no note, no name. Weeks slipped by, the screen grew cold, I thought him gone, the tale grown old. But just before I pressed “delete,” I asked if he’d fulfilled the feat. He swore he had—so dawn’s next light, I raced back there with hope held tight. Wrong table then, but next—aha! His letter slept beneath the slat. The code inside, I cracked with glee— A quiet key to what could be. And so began our paper trail, Through city streets and hearts set sail. Not with pixels, not with speed— But with ciphers, ink, and heartful need. Now every line we left behind Still echoes in this love we find— Proof that fate, though slow to start, Speaks best in cipher, soul, and heart.

Entre apps, pantallas y conexión, dejé un mensaje del corazón: “Sin textos, sin prisa, sin tecnología. Escríbeme una carta, con poesía.” Él no respondió con frases fugaces, sino preguntó por señas y lugares. Le dije: “En el café, mesa tres, un rincón tranquilo, sin estrés.” Tomó la pista con dedicación, y escribió su carta con cifración. No dijo “hola”, ni un saludo formal, sólo acertijos de amor sin igual. Busqué bajo la mesa aquel día, pero no hallé ni letra, ni poesía. Pasaron semanas, pensé: quizá nunca dejó lo que prometía. Pero antes de borrar la conexión, le pregunté si cumplió la misión. Juró que sí, con firmeza y fe— corrí al café al amanecer. Mesa equivocada… pero después, allí dormía su carta, al revés. Descifré su código con emoción— una llave secreta al corazón. Así empezó nuestro caminar, con cartas escondidas por la ciudad. No con pantallas, ni velocidad, sino con tinta, misterio y verdad. Y cada línea que quedó atrás aún vive en este amor que creció más. El destino no siempre es veloz, pero escribe perfecto entre cartas y dos.