El inicio de nuestra historia...

Dicen que las casualidades no existen, que todo sucede por alguna razón. Quizá esa fue la magia que unió los caminos de Diana y Daniel, a pesar de los 3,694 kilómetros que los separaban. Todo comenzó gracias a una amiga en común que, durante meses, no dejaba de hablarle a Diana sobre Daniel. Pero para Diana, aquello no parecía más que una anécdota lejana, algo imposible, casi irreal. Pasaron cinco meses hasta que el destino, en su manera peculiar de actuar, los llevó al mismo lugar. Fue durante el cumpleaños de una amiga de Diana, en la Ciudad de México. Antes de llegar a la fiesta, sus caminos se cruzaron por primera vez en el metro. En ese lugar, lleno de historias anónimas, simplemente se ignoraron, como si la chispa aún no estuviera lista para encenderse. Sin embargo, esa noche tenía algo especial guardado para ellos. Entre risas y música, el deseo de bailar los llevó a coincidir, y ahí, entre miradas y movimientos, ocurrió: una chispa que nunca antes habían sentido. Pero la noche llegó a su fin. Diana y Daniel no intercambiaron números, ni redes sociales. Él era un recuerdo de cabello rizado que no solo le había gustado, ¡le había encantado! Pensó que nunca volvería a verlo. Lo que Diana no sabía era que Daniel, cautivado por su belleza y su alegría, no estaba dispuesto a dejar que su historia terminara ahí. Esa misma noche, decidido, se embarcó en una búsqueda por redes sociales hasta que finalmente la encontró. Mientras tanto, Diana había llegado a casa con una mezcla de alegría y melancolía. Entre risas, contó a sus amigas sobre aquel encuentro fugaz. Pero todas coincidieron: “Es extranjero, colombiano, seguramente solo está de paso”. Sin embargo, en el fondo de su corazón, Diana sentía que algo especial podía suceder. Y entonces, lo inesperado: una notificación en Facebook. Un mensaje de un desconocido. Era Daniel. La alegría la inundó y, como si hubieran esperado ese momento toda la vida, comenzaron a escribirse. Sus mensajes se volvieron interminables, llenos de risas, anécdotas y sueños compartidos. Días después, decidieron verse en persona. El lugar elegido fue Coyoacán, un rincón mágico lleno de color y tradición, aunque con la fama de ser un destino que trae mala suerte a las primeras citas. Daniel, siempre con un toque único, llevó a Diana a un restaurante de comida típica para probar pambazos. Irónicamente, el pambazo no era su platillo favorito, pero eso no importó. Entre bromas y conversaciones, Daniel le propuso leerle la mano. Ella, intrigada y divertida, aceptó. Con una sonrisa pícara, él sostuvo su mano y le dijo: —Tienes un destino lleno de amor, de logros… y, por supuesto, con un colombiano tan lindo como yo. Desde ese momento, Daniel nunca volvió a soltar su mano. Cinco años después, su historia ha sido un viaje de aventuras, alegrías, lágrimas y aprendizajes. Un viaje que ahora llega a un nuevo capítulo con un “¡Sí, acepto!”. Y por supuesto, no podrían imaginar este día tan especial sin ti.