Our story began in high school, where we were both in band. We saw each other in passing and never spoke. Then, by chance, we both ended up in the same Algebra class. Neither of us was originally meant to be there, as a schedule change brought us into the same room. That was where we started talking and became friends. Not long after, my family moved to a house on his street, and being neighbors gave us the chance to grow even closer. We started spending time together, walking our dogs, going to movies, and sharing countless conversations. Those moments turned our friendship into something much more. Over time, our connection deepened, growing into a love that has carried us through every mile of life. From high school to college and into our careers, we have been each other’s greatest support, celebrating life’s biggest moments together. Along the way, our families became part of our story, always cheering us on and giving us the encouragement we needed to grow as individuals and as a couple. Looking back, it is clear that something greater was at work. Every moment, every decision, and every turn in our journey fit together too perfectly to be random. All along, it was God, shaping a path we could not yet see. With His guidance and the support of our families, we built a love grounded in faith, strength, and trust. It was not luck or coincidence. It was always God, bringing us together and leading us to the life we share today.
Nuestra historia comenzó en la preparatoria, donde ambos estábamos en la banda. Nos veíamos de vez en cuando, pero nunca hablamos. Entonces, por casualidad, terminamos en la misma clase de Álgebra. Ninguno de los dos debía estar ahí originalmente, pero un cambio de horario nos puso en el mismo salón. Fue ahí donde comenzamos a hablar y nos hicimos amigos. Poco tiempo después, mi familia se mudó a una casa en su calle, y ser vecinos nos dio la oportunidad de acercarnos aún más. Empezamos a pasar tiempo juntos, caminando con nuestros perros, yendo al cine y compartiendo innumerables conversaciones. Esos momentos transformaron nuestra amistad en algo mucho más. Con el tiempo, nuestra conexión se profundizó, convirtiéndose en un amor que nos ha acompañado en cada paso de la vida. Desde la preparatoria hasta la universidad y nuestras carreras, hemos sido el mayor apoyo del otro, celebrando juntos los momentos más importantes de la vida. En el camino, nuestras familias se hicieron parte de nuestra historia, siempre alentándonos y dándonos el apoyo que necesitábamos para crecer como individuos y como pareja. Mirando atrás, nos damos cuenta de que nada fue casualidad. Cada momento y cada decisión encajaron perfectamente. Fue Dios quien siempre estuvo guiándonos, incluso cuando no lo veíamos. Con Su ayuda y el apoyo de nuestras familias, construimos un amor basado en la fe, la fuerza y la confianza. No fue suerte. Siempre fue Dios quien nos unió y nos llevó a la vida que compartimos hoy.